A propósito del fallecimiento del papa Francisco y los ecos que deja seguramente para el mundo entero, pero para cada uno en singular, quiero extraer lo que puedo hacer legible de su paso por el papado, no es lo religioso sino la audacia con la que supo desmarcarse de los mandatos religiosos tradicionales, convenidos, obsoletos e incluso muertos, para revivir la iglesia con un aire fresco y reivindicar la juventud despegándola de la edad cronológica, se fue con 88 años, pero era un alma joven. ¿Será el deseo vivo lo que mantiene a alguien joven a pesar de los años?
Me
pregunto si alguna vez habrá realizado un psicoanálisis de la orientación lacaniana,
escucho en su enunciación una paridad entre la radicalidad de la política del psicoanálisis
y los cambios profundos donde hace equivaler sus dichos a sus acciones, es el
cargo eclesiástico más alto, sin embargo, en él veo la humildad de un cura de
pueblo, supo despegar la jerarquía asociada al cargo a tender la mano de quien
lo necesite.
Las
noticias muestran el adiós conmovedor del mundo hacia su santidad, las
plataformas hacen eco de las noticias dejando algunos recuerdos memorables
sobre sus dichos y cambios que introdujo en lo profundo de la iglesia, él decía
a los jóvenes “hagan lio” no se refería a hacer macanas cuya consecuencia era algún
tirón de orejas en la infancia, se refería a un lio que propicie el movimiento,
instaurando una versión mas viva de la iglesia.
Introduce
una diferencia radical entre ser pecador y ser pervertido, para dejar de hacer
equivaler el abuso hacia niños y jóvenes con el pecado y colocarlo del lado del
delito, una maniobra que dio lugar a un tratamiento de las consecuencias de seres
siniestros amparados por una iglesia corrupta que se coludía con el horror de
manera solapada y cómplice, mientras por otro lado se rasgaba las vestiduras
excluyendo de la comunión a homosexuales, divorciados etc. quienes encuentran
en Dios y en la religión un alivio posible al dolor existencial.
El
papa Francisco, llamado el papa del pueblo, se negó a ser parte de una iglesia
excluyente, sentando las bases de una iglesia mas amplia que llegue a los
confines del universo, tal vez por ser un papa latinoamericano. Francisco introduce
una ética, la ética de la dignidad para todos a los ojos de la iglesia, que la
proclamación y la acción vayan por un sendero menos apartado.
Una
iglesia menos moralista, menos muerta para pasar a una iglesia más viva, más
humana.
Alejandra Quintero