Carta para ella
Te dormiste mi querida! te dormiste para
siempre, quién sabe si querías
despertar, te llevaste contigo ese secreto.
Sé que te aferraste a la vida, desde siempre,
pero una condición odiosa se coló en ese deseo, que hizo de tu vida un
laberinto, muchas veces te encontraste perdida o desorientada, en una búsqueda
incesante de ese enigma, que suponías que venía de los demás, entonces todo lo
que viniera de los demás era finamente escudriñado, dando como resultado
siempre: un insuficiente.
Tu vacío era tan enorme, casi infinito, que lo que ofrecieran, para ti eran migajas, no alcanzaba para calmar el dolor de ese vacío tan inmenso.
Pero fuiste valiente, viviste con coraje y fortaleza, ese
dolor, supiste trasladarlo a tu cuerpo,
siempre maltrecho, parece que sin ser experta, notaste que en el cuerpo el
dolor existencial, duele menos que en el alma, o al menos fue la fórmula que inventaste para atravesar tu camino.
Tu cerraste los ojos para siempre, encontrando por fin esa paz mezquina y yo recién abro los míos, demasiado tarde para verte ya no estás conmigo!
Mi querida! seguramente recién estás conociendo tu nueva casa, hace tiempo que querías mudarte!
Pronto conocerás a tus vecinos y en algunos días
más te reencontrarás con tu adorada madre, podrás dormir como una niña en su
tibio regazo.
Me contaste que te vino cuidar cuando estuviste
enferma, protegiéndote, sentada en tu
cama, dos o tres días pudiste tenerla cerca, hasta que te sentiste mejor!
Quién sabe, tu madre tan sabia, de repente se
dio cuenta que no era el cuerpo lo que tenías convaleciente, sino el alma y a
lo mejor dejó en tus sueños una suave invitación a irte con ella, quizás dejó
en ti impregnado su perfume, ese perfume entrañable al que solo las madres
huelen y así sin más, te dispusiste a seguirlo
en tus sueños, tal vez por eso no despertaste, quedaste prendada de su
aroma tan sublime, no volteaste a mirar, para que?
Ya viviste, ahora es tiempo de volar mi querida!