jueves, 15 de septiembre de 2011

La madre, un alergeno?

Pienso en las alergias, sobre todo en las respiratorias, como una enfermedad psicosomática, o sea los síntomas puestos en el cuerpo pero con origen psicológico.

Hay infinidad de alergenos, desde los ácaros hasta el polen y se trata de alejarlos lo más posible de quien la padece,  se me ocurre pensarlo como un alérgeno, sobre todo porque es el que no tenemos en cuenta,  La madre.
Cuando decimos madre, hay quienes piensan inmediatamente en el amor desinteresado, sublime que puede dar una madre sin pedir nada a cambio, en las horas, los días las noches en vela que  dedican, las actividades,  los trabajos, de repente las carreras que resignaron  por dar a sus hijos más tiempo, apuestan a que su presencia es infaltable para la crianza.

Las publicidades se sirven de este “saber hacer” de la madre para vender sus productos, ubicándolas en un lugar de madre ideal.

Es una pregunta que quiero poner en discusión, porque no es de la madre física a la que quiero referirme, si no al deseo de la madre,  que Lacan ejemplifica tan didácticamente diciendo que el deseo de la madre es como las fauces abiertas de un cocodrilo, alude a un deseo devorante, desbordado, que el único que puede frenar este deseo es el padre, tampoco el padre físico, sino la función de metáfora del padre, en tanto prohíbe a la madre engullirse al hijo.
Podemos ver estas madres “cocodrilo” en las madres sobreprotectoras, (madre ideal, desde el saber popular) son aquellas madres que proveen a sus hijos de sus cuidados mas allá de lo que el hijo podría necesitar, se me ocurre que la alergia viene a un lugar de defensa del sujeto frente a un deseo devorante, es alguien que no puede respirar frente a otro que asfixia (con sus cuidados).

 La alergia, como una  salida sintomática.


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